El amor solía ser esa emoción suave, que se dejaba languidecer a sí misma entre ojos llorones y caídas de pétalos. El amor solía ser una inclinación del alma fina, sutil como los pensamientos y la poesía. El amor solía ser, ya no lo es más, introspectivo, redundante: un sufrimiento como una llaga. El amor de los que nos precedieron. El amor que era una súplica, enardecida si se quiere, pero arrodillada al fin. Un silencio quejumbroso que enmohecía las paredes y descascaraba el alma. Pero ya no, no hoy. Aquel era el amor de los que morían de amor: nosotros matamos.

Pero no hoy, no para nosotros... Así es como se oye el amor moderno.

No, hoy no. Para nosotros el amor es agresivo, un embate, una avalancha que te sepulta en vida.

...de los que sienten el filo de nuestros días sangrientos, de los que saben a que se arriesgan: que la muerte ronda el sexo encapuchada, que la vigilia es inútil, que el futuro no existe... No hoy, pues para nosotros el amor es arrancar la libertad al otro, convertirlo en un esclavo, allanar su cuerpo para la voluntad. No hoy, no para nosotros, el amor no es más lo que fue.

...de los que saben la mentira que se oculta detrás del sacrificio y las palabras rebuscadas: todo engaño, todo engaño y decepción, y mentiras y promesas olvidadas y renovados votos que no se concretan nunca... No hoy, no más, al menos no para nosotros. El amor es el santuario del cuerpo donde se ofrenda al otro, es el egoísmo enmascarado de piedad.

No hoy, no para nosotros.

El amor no es más el sufrimiento sin el regocijo de la venganza. El amor no es altruista: un debilucho gritando razones, mientras otros blanden los músculos. Antes lo era, ya no más, no para nosotros. Nuestro amor bordea estruendosamente el fracaso y la masacre: es apocalíptico: tiene la epifanía de la carne y su inminente desaparición.

No hoy, no para nosotros. No más.